Johanna entró como una tromba en el piso, cerró la puerta de un golpe, arrojó su bolso contra la mesa y se dejó caer en el mullido sillón blanco con un suspiro de agotamiento y una mueca de frustración en su cara. Grace que estaba frente a ella alzó la vista de su libro durante algo más de dos segundos, la miró y reanudó a la lectura sin tan siquiera inmutarse. Nunca lograría entender a Johanna y no se molestaba en esforzarse. En cambio Daphne que se encontraba en el balcón dando la última calada a su cigarrillo se giró, lo apagó y se apresuró a tomar asiento junto a la recién llegada.
-¿Qué te pasa, Jo (Diminutivo de Johanna)?- Su aliento aún olía a tabaco lo que provocó que la chica de estremeciera.
-No sé como lo hago, pero siempre acabo metiendo la pata- No podía esconder el nudo de su garganta y tenía que esforzarse por parpadear muy rápido para evitar que las lágrimas que se amontonaban en las cuencas de sus ojos se desbordasen.
-Últimamente estás en un mundo a parte, no hay quién hable contigo... Y hoy que al fin parece que quieres contar algo no te entiendo.
- Es que estoy perdida.
-¡Pues encuéntrate! Eres un capitán que en lugar de barco tiene un bote de remos y que olvidó su brújula en el último bar que visitó antes de volver a puerto. Es lo que pasa si no te controlas con el ron.
-En realidad no la olvidé, la dejé allí aposta... Quería perderme y arrojarme al agua... Estaba deseando que me comiesen los tiburones...-Sus ojos estaban muy rojos, debía estar pasándolo realmente mal, aún así no lloraba.
-Parece que has cambiado de opinión.
-No sabes como me arrepiento de no haberla traído conmigo.
-Todavía puedes ir a buscarla. Puedes recuperarla.
-Algo me dice...-Dijo Grace, que hacía rato había soltado su libro y las miraba inquisitiva desde el otro sillón- Algo me dice, que hace rato que no habláis de una brújula.